El parto seguro habla de experiencia
El parto humano es un proceso fisiológico, es decir, natural como cualquier otro que todos los días se desarrolla en nuestro organismo. Es un proceso que se proyecta a dar a luz a un recién nacido que es capaz de adaptarse por sí solo fuera del vientre materno. A su vez, siendo un proceso orgánico apunta a la preservación de la especie deseando que la mujer continúe con ganas de tener más hijos.
Pensamos mucho en las profundas razones de nuestros sistemas sanitarios a nivel mundial para resistirse tanto al cambio radical en la atención de cada persona en capacidad de gestar y parir y su red de apoyo. Hace 20 años cuando comenzamos a indagar sobre el tema del parto respetado, del parto en casa, la información era muy poca y teníamos que echar mano de la compra de libros en otros países a través de internet. Muy pocos escritos estaban publicados en la web.
Hace 20 años quizás, podríamos justificar muchas de las razones por las cuales no se prestaba un servicio amoroso integral y contenido a cada persona que daba a luz. Sin embargo hoy, 20 años después con la aceleración inminente de la masificación de la información no podemos seguir justificando ninguna de las razones por las cuales se argumenta una desatención y muchas veces formas agresivas y violentas para el parto y el nacimiento humanos. Sigo escuchando con gran tristeza que lo que importa es un nacido vivo y una madre viva.
Una de las grandes razones por las cuales el gremio médico ha gritado en múltiples ocasiones la preocupación alarmante de la atención del parto por parte de parteras, que no han sido capacitadas en una academia o en un salón de clases, ni certificadas por dicha institucionalidad, ha sido la acusación de un riesgo mortal para la madre y el bebé. Se tacha de inhabilitadas a aquellas personas, que en un papel, no se acreditan como sabedoras de dicho tema.
Sin embargo, estudiando estos 20 años acerca de cómo es que se produce y se desarrolla el proceso de parto y de nacimiento humanos, no solo desde la teoría y la evidencia científica sino desde la práctica de acompañar más de 700 partos en varias ciudades de Colombia, nos damos cuenta y podemos asegurar que son muchas más las amenazas y los riesgos cuando las mujeres y sus crías son intervenidas, son regañadas, son aisladas de su tribu y obligadas a uniformarse y dejar de comer, como todas, en una gran masa. No hay distinción entre mujeres sanas dando a luz y mujeres con algún desequilibrio de salud. No hay diferenciación del lugar, pues las mujeres paren en lugares donde hay enfermos inclusive con enfermedades infectocontagiosas.
Ahora, después de este pequeño análisis a la realidad actual a nivel mundial, podemos asegurar que el comportamiento de una mujer que tiene la libertad de parir en su propio hábitat, con su pareja o su red de apoyo, con su propia ropa, comiendo alimentos nutritivos que le llamen la atención, hidratándose, amenizando el espacio con su música de preferencia, logrando elegir una ducha con agua caliente o una inmersión en una piscina o simplemente un contacto con una bolsa de caucho con agua caliente o una bolsa de semillas para aliviar cualquier molestia del parto, es tan diferente al comportamiento de una mujer pariendo en un lugar controlado, que se convierte en un diálogo sordo, muchas veces, el tema del parto entre unos y otros proveedores de salud.
Hoy en día abrazamos con mucha compasión y humildad aquellos diálogos sordos y comprendemos desde nuestro corazón que cada verdad y cada realidad son completamente válidas porque cada uno está parado desde una orilla distinta de la vida del nacimiento. Digamos que muchas parteras podemos ver la otra orilla de dichos proveedores que atacan preocupados por el parto no seguro en domicilios o en lugares distintos a un lugar cercano en quirófano. Muchas parteras hemos acompañado familias que también han tomado la decisión de tener un desenlace de parto a nivel hospitalario y hemos observado y escuchado el cómo es acompañada esa mujer por el gremio médico y de enfermería. Así, que con mucha sinceridad, podemos comparar las experiencias de las mujeres y también escuchar de manera sagrada sus relatos que nos reafirman que son realidades muy distintas a pesar de ser válidas.
Pero realmente, para este escrito, no quisiéramos enfocarnos en si son o no son válidas las dos formas de acompañar el parto y el nacimiento, si no quisiéramos dejar plasmada la necesidad urgente de simplemente analizar qué es lo que necesita el parto humano y el nacimiento para ser protegido y eliminar o reducir al mínimo los riesgos o los desequilibrios de la salud que lo caracterizan por ser un proceso fisiológico.
La especie humana tiene un asunto que complejiza el proceso de dar a luz y es la presencia de su cerebro nuevo, llamado neocortex. La gran meta o reto de toda persona en capacidad de gestar y parir es desactivar una y otra vez dicha parte del cerebro, para darle rienda suelta a otras partes del cerebro primitivo para activar los factores productivos de la experiencia del parto y del nacimiento humano.
Ahora, para ir finalizando este texto, queremos dejar caracterizadas cuáles son aquellas acciones concretas que podemos generar para activar esas zonas primitivas del cerebro que facilitan el parto y el nacimiento y por tanto los protegen y por tanto inhiben o desactivan el famoso neocórtex.
Definitivamente, debemos hablar de la palabra comodidad. La comodidad debe ser en todo el sentido de la palabra. Una persona que esté cómoda con quien ha elegido alrededor para ser apoyada y acompañada en dicho proceso. Comodidad, en cuanto al lugar en donde se está desarrollando el parto y el nacimiento. Comodidad con la ropa que usa o con la necesidad de no usar ropa en su proceso salvaje del parto. Comodidad a la hora de escuchar las palabras que salen de la boca de quien acompaña en su proceso e incluso de su pareja. Cuando hablamos de comodidad hablamos del antagónico de todo lo que le cause a quien pare, incomodidad.
Otra palabra que sale cuando hablamos de las características de la activación de estas zonas del cerebro primitivo es: libertad, la posibilidad de elegir con quién, cómo, cuándo, en qué posturas o en qué posiciones y a qué ritmo poder parir y nacer.
Es vital y fundamental para la protección del parto la libertad de movimiento de poder comer y beber a gusto de poder orinar y defecar en el lugar que usualmente usamos y en la posición sentados, la libertad de hacer sonidos, de gritar o de decir palabra socialmente no aceptadas, o simplemente cantar.
El silencio, es otro factor fundamental y no necesariamente por parte de quien está dando a luz, sino de quien acompaña y del entorno, del lugar físico en el cual está sucediendo aquel maravilloso evento familiar. Es importante evitar ruidos estruendosos, diálogos fuera de contexto, e incluso tener la prudencia de evitar hablar sobre todo cuando la mujer está experimentando su contracción uterina. Cualquier pregunta o comentario que ya sepamos que activa su neocórtex, debería ser entregada a algún acompañante que pueda responder por ella.
Otro factor característico de proteger el parto y el nacimiento, es el calor, pues siempre ha sido un factor cuidadoso de la salud femenina, porque tiene un efecto de vasodilatación y de abrazo que le da a todo el cuerpo la posibilidad de experimentar contracciones uterinas más amables y por tanto menos dolorosas. Si modulamos de muchas formas la experiencia del dolor definitivamente acortamos el tiempo del proceso del parto y del nacimiento.
Finalmente, queremos dejar expuesta la importancia de guardar oscuridad o luz tenue, para relajar el sistema nervioso central, de permitir la intimidad de quién está dando a luz y su acompañante y más si es su pareja, para favorecer la secreción de hormonas sexuales.
Más allá de dónde se da a luz, hospitales, casas de partos o el hogar familiar, el reto de todos es educarnos para retomar el verdadero respeto por el sagrado proceso del comienzo de la vida fuera del vientre materno.
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